Por Fernando Trujillo
“Toda cultura verdadera, se basa en la raza y en la
sangre.”
Antonin Artaud
Los chicanos son los
mexicanos nacidos dentro de los Estados Unidos, hijos de migrantes, que durante
muchos años han reivindicado su identidad dentro de un país que les es ajeno.
Existen dos tipos de mexicanos dentro de los Estados Unidos, aquellos que se asimilan
a la sociedad yanqui, adoptan los valores del primer mundo, viven en suburbios
de clase media o alta, viven en Manhattan y son parte de la elite. Estos son
mayormente los mexicanos de origen criollo (o whitemexican), que son participes
del mismo sistema, sea este demócrata o republicano, muchos se posicionarán
contra las políticas migratorias de Trump pero no irán más allá de redes
sociales. Ellos no se consideran a sí mismos chicanos, sino ciudadanos gringos
legales.
Por otro lado, están
los chicanos, mexicanos de los barrios, los de piel morena, los excluidos, los
discriminados por la gente del primer mundo, los representantes del tercer
mundo. Aclarando que esto no tiene nada de malo, el primer mundo se construyó
con la explotación de otros países a los que les dieron el nombre de tercer
mundo, para tener una posición de superioridad.
En los barrios de
chicanos se encuentra una fuerte presencia de la Tradición (con mayúscula)
mexicana, los lazos de sangre son fuertes, el culto a los santos populares, la
reivindicación del pasado indígena a través del movimiento Aztlán y esto es muy
importante.
Ante el acoso de las
instituciones yanquis que los catalogan de criminales, narcos, ilegales o
parásitos, la idea ancestral de Aztlán se hace presente en el inconsciente
colectivo mexicano, como esa tierra primordial de donde los aztecas emigraron
para fundar Tenochtitlan.
La leyenda asegura
que Aztlán se encuentra en el Norte, justo donde están los territorios
usurpados por el imperialismo anglosajón.
La nostalgia por esta
patria primordial, aferrarse a la Tradición dentro del centro del globalismo,
la resistencia chicana es más fuerte que nunca, más que eso, es un bastión
tradicionalista contra el nihilismo de la modernidad.
El autor y editor de
Arktos Media Constantin Von Hoffmeister describe de esta manera al movimiento Aztlán:
“Debajo del espantoso barniz del imperialismo occidental,
un movimiento sísmico retumba en el corazón del suroeste de Estados Unidos.
Este es el movimiento Aztlan, un levantamiento de la comunidad chicana, lleno
del espíritu de sus ancestros aztecas. No se trata solo de una disputa
territorial o una reivindicación de derechos; es una rebelión contra el vacío
de la modernidad.” (Von
Hoffmeister, 2024)
El movimiento Aztlan
por los derechos de los chicanos, apareció en la década de los sesenta y
setenta junto con movimientos de poder negro, marchando y exigiendo sus
derechos, por esa época apareció el Partido Raza Unida en Texas defendiendo los
derechos de la comunidad chicana, el grupo de izquierda Young Lords conformado
por migrantes puertorriqueños que izaban el lema Poder Marrón como estandarte,
militando al lado de otras agrupaciones de izquierda como los Panteras Negras y
los Young Patriots.
La lucha por
preservar la identidad chicana dentro del territorio que fue nuestro y esta
colonizado en la actualidad, es larga y continua más viva ahora que las políticas
migratorias de Trump amenazan no solo a la comunidad chicana, sino con invadir México.
Hace poco empezaron
revueltas y protestas contra estas políticas que sacudieron California, izando
la bandera mexicana en un territorio que fue nuestro.
Esto más que un
conflicto civil, es un choque de civilizaciones; La civilización mexicana
dentro de Estados Unidos, con sus santos populares, su mezcla entre
religiosidad pagana y católica, sus vínculos de sangre, familia, y nación, su
culto por los héroes del pasado como Cuauhtémoc, Emiliano Zapata y las adelitas
(cuyas figuras resalta en el arte chicano), su añoranza por recuperar los
territorios perdidos. Por otra parte, la civilización blanca, protestante pero
ahora la mayoría ateos o con una seudo-espiritualidad new age, individualismo, liberalismo
cultural, el culto calvinista al éxito económico y la creencia de ser un pueblo
elegido por Yave, culto a las celebridades de Hollywood y los superhéroes.
Las diferentes
agrupaciones chicanas son muy diversas, pero todas tienen en común el reconquistar
California y sus tierras perdidas, esa patria Aztlán es el objetivo.
La espiritualidad es
muy importante para la comunidad chicana, el culto a la Virgen, a la Santa
Muerte, a los santos populares, mezclándolos con iconografía prehispánica, no
son adornos culturales, sino el logos mexicano manifestándose.
El nacionalista
blanco y wotanista Stephen McNallen sobre esto:
“La gran mayoría de personas de ascendencia mexicana son
cristianas convencidas, al menos en apariencia. Los domingos suelen acudir a la
iglesia y no hay motivo para dudar de su sinceridad. Pero ¿Qué se esconde tras
esa apariencia normal? ¿Es posible que todo un grupo de personas manifieste
fuerzas religiosas de las que ni siquiera son conscientes?” (McNallen, 2003)
El autor wotanista
afirma que el conflicto en California es entre las fuerzas de Tezcatlipoca (los
mexicanos) contra Wotan (los blancos), obviamente McNallen está al lado de los
blancos, pero se equivoca con afirmar que el arquetipo de Wotan se manifiesta
en la gente blanca de California. Los blancos son (o fueron) cristianos
protestantes, pero en la actualidad son mayormente ateos, individualistas, han
abandonado su fe por un progresismo, en caso de que crean en Wotan no será como
el dios nórdico, sino el Wotan de las películas de Marvel. No tienen ninguna
creencia ni cristiana ni pagana.
Por otra parte, la
comunidad chicana tiene fuertes lazos religiosos, el culto a la Santa Muerte es
de los más predominantes, como madre protectora, se encomiendan para que su
guadaña los cuide de la migra, de la policía, así como de los peligros diarios.
Un blanco ya no cree en Cristo, aunque profese la fe cristiana, un devoto de la
Santa Muerte tiene fe, se encomienda a Ella, si le promete algo, el devoto hará
todo para cumplir con su ofrenda, porque sabe que la Santa Muerte es real y
cuida a sus hijos.
En la comunidad
chicana de los barrios hay fe en los santos como protectores, defensores de la
identidad mexicana, es común ver murales con Vírgenes, la Santa Muerte,
calaveras del Día de Muertos o deidades prehispánicas como Coatlicue y Quetzalcoatl.
En los barrios chicanos su Tradición continua con vida.
Las calaveras abundan
en homenaje a Posadas, cholos calaveras, vírgenes calaveras con ametralladoras,
catrinas cholas, calaveras ataviadas como pachucos, hombres y mujeres con
maquillajes de calaca, reflejando el culto a la muerte del México prehispánico,
aún vivo y latente, en la California ocupada.
Volviendo al
arquetipo-dios de Tezcatlipoca este es uno de los dioses más poderosos y
complejos del panteón mexica, dios de las transformaciones, la obsidiana, protector
de los guerreros, los brujos, y los criminales, quienes se encomiendan a la hora
de cometer actos ilegales por la noche, para su protección. Es un dios omnipresente,
que se encuentra en el cielo, la tierra y el inframundo, siendo también un
señor de la muerte.
Tezcatlipoca es una
fuerza de guerra y muerte, representante de la compleja espiritualidad del
mexicano. Representa no solo el pasado, sino el futuro y la eternidad, así que un
nacionalista blanco nos defina como hijos de Tezcatlipoca lo tomo como un
honor.
La lucha de los
chicanos por preservar su identidad, es de admirarse, no solo es una batalla
cultural, sino va más allá.
El gobierno mexicano
ha mostrado su apoyo a los mexicanos que viven en Estados Unidos, sobre todo en
esta segunda era Trump, como debe ser, pero nunca va a apoyar las pretensiones
de reconquista de los movimientos chicanos.
Mientras tanto el
partido demócrata, opositor al Trump quiere usar a los chicanos como un
movimiento de choque bajo sus intereses.
Solo el pueblo
mexicano puede apoyar la reconquista, desde nuestro país, los ricos, los políticos
y las elites no lo van a hacer, siempre estarán del lado del gobierno yanqui,
solo el pueblo, puede apoyar esta reconquista, porque esta es también nuestra
lucha.
La lucha de los
chicanos no es por un Estado-nación, no es por el gobierno mexicano, sino que
es por la sangre.
Ellos pelean por la
raza cobriza, los de piel marrón, los marginados por la sociedad yanqui y los
mexicanos blancos, la raza mexicana, la raza odiada como dice la canción de Brujería,
la raza de Tezcatlipoca. No tengo problemas con aceptarlo y si sentirme
orgulloso de ello.
Esta es una pelea que
va más allá de México como Estado-nación, es una pelea por Aztlán, por
recuperar la Patria mutilada, la tierra primordial, es una lucha por
reconquistar esa California usurpada, que han contaminado los blancos de
Beverly Hills, Hollywood y la elite tecno-millonaria con su sífilis cultural.
Esta es una guerra
por la sangre y el espíritu, ese es el verdadero sentido de reconquista, es más
que una tarea política, es una misión sagrada.
Ahora que le hegemonía
unipolar está resquebrajándose y que hay una ruptura política en las relaciones
entre México y Estados Unidos, los movimientos por Aztlán más que nunca deben
de iniciar la lucha por la reconquista.
No queremos ser su
primer mundo, no queremos los valores occidentales, queremos lo que es nuestro
por derecho.
El chicanismo es
entonces la mexicanidad en el exilio, la mexicanidad que resiste, la
mexicanidad rebelde que tiene su Tradición como estandarte, y sobre todo es la
mexicanidad primordial que busca reconquistar su Aztlán eterna y sagrada.
El chicanismo es
sangre, tierra y espíritu contra el mundo moderno.
¡Viva la raza!
Septiembre 2025
Referencias
Von Hoffmeister,
Constantine (2024). Viva Aztlán. Eurosiberia. [En red]
Recuperado de
https://www.eurosiberia.net/p/viva-aztlan
McNallen, Stephen
(2003). Wotan contra Tezcatlipoca. La guerra espiritual por California y el
suroeste. Rebelion contra el mundo moderno. [En red] Recuperado de
https://jgmail.tumblr.com/post/786808788716027904/wotan-contra-tezcatlipoca-la-guerra-espiritual
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