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La importancia de la guerra entre México y Estados Unidos

 


Por Fernando Trujillo

 

 

La guerra entre México y los Estados Unidos que aconteció entre los años 1846 y 1848, fue mucho más que una de las tantas guerras que marcaron el siglo XIX, fue un acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de México y los Estados Unidos.

Con la caída del imperio de Iturbide, México se fragmento como nación, entre golpes de estado, luchas de poder, el conflicto entre centralistas y federalistas que desato diversos movimientos separatistas y los alzamientos indígenas en la península de Yucatán, la unidad imperial que tuvimos se desintegro en una república inestable.

La colonización de Texas por parte de inmigrantes gringos y su movimiento de secesión, fue el inicio de lo que desembocaría en una guerra entre ambas naciones, esta amenaza externa unió a México en uno solo, frente a un enemigo externo.

Vemos la historia de este conflicto desde el punto histórico, pero no lo vemos desde una dimensión mítica como deberíamos verlo, más que una guerra territorial, nuestra lucha contra los Estados Unidos fue nuestra Ilíada, lamentablemente no tuvimos un Homero que la escribiera como una epopeya poética, solo cronistas e historiadores.

La documentación histórica es muy importante para conocer los hechos acontecidos obviamente, pero es en la poesía donde radica una trascendencia que lo transmuta de la realidad al Mito.

Por eso la guerra de Troya es más recordada por la lírica de Homero, que, por la documentación histórica a lo largo del tiempo, con esto no estoy demeritando la reconstrucción que historiadores y antropólogos han realizado aportando valiosa información sobre el tema, pero los cantos homéricos serán siempre más trascendentes al respecto.

Si partimos por el hecho de que el Mito es nuestra Patria como expresa el filósofo ruso-siberiano Askr Svarte, entonces nuestro México como Mito, es una patria mutilada, perdimos la mayor parte de nuestro territorio, una tragedia nacional de la cual nunca nos hemos recuperado.

Más que una guerra territorial, nuestra guerra contra Estados Unidos fue una guerra entre dos concepciones del mundo, dos ideas diferentes que marco la historia de nuestro país y de nuestro continente.

Una continuación entre el conflicto entre Roma y los barbaros, encarnado en el Logos mediterráneo civilizador e imperial contra el Logos Anglo-germano, de espíritu destructor y depredador, pero si bien fue continuación, no fue una copia sino también en nuestra América tuvo su propio espíritu y sus propias características.

 

La guerra entre México y Estados Unidos, fue una guerra entre la Tradición milenaria mexicana contra la Doctrina Monroe que empezaba a surgir en la política estadounidense.

Fue en esta confrontación que superamos nuestras rivalidades políticas y raciales, el conflicto entre federalistas y centralistas, para enfrentarnos a un imperio depredador que estaba naciendo.

El Logos de Quetzalcoatl, el dios civilizador presente en diversas culturas prehispánicas y que corresponde al Logos de Dionisio de la tradición greco-latina. Es la representación del Logos de México como pueblo.

Es un Logos oscuro, pero no debe ser confundido como maligno, sino una representación de los instintos más lúgubres, de los excesos tanto por la vida, por el alcohol, por la sangre, por la alegría y por la tristeza, la intensidad que nos caracteriza. Es el Logos oscuro, el atardecer, un intermedio entre la luz del sol (Apolo) y la negrura total (Cibeles).

Aclaro que los mexicanos no creían en Quetzalcoatl como un dios real, hablo de este logos en términos de símbolo de identidad.

El Logos de México nació en la guerra contra los Estados Unidos, es la encarnación de la Tradición mexicana contra el Destino Manifiesto y su lema “América para los americanos” (en realidad América para los anglosajones blancos protestantes).

El Destino Manifiesto está representado como una mujer rubia que representa al progreso y expansión estadounidense al oeste, es Columbia la personificación femenina de los Estados Unidos junto al Tío Sam su contraparte masculina. Encarnando las fuerzas míticas del Logos Anglo.

Los símbolos trascienden, se enfrentan, nos representaron hoy y siempre, se hicieron presentes como los dioses olímpicos en la gesta de Troya, ayudando a un bando u otro en el campo de batalla.

Nosotros tuvimos a nuestro propio Aquiles, Patroclo, Odiseo, encarnados en nuestros militares, en el Batallón de San Patricio, en los habitantes de Monterrey y otras regiones que resistieron a la invasión y crearon grupos de guerrilla para atacar a los invasores.

Canales Rosillo, José de Urrea, Bautista Traconis, John Riley, Leonardo Marques y los cadetes del colegio militar de Chapultepec entre los que se encontraban unos jóvenes Miramon y Manuel Arellano, toda una raza de héroes a la altura de los héroes homéricos, que lo dieron todo por la Patria, a pesar de que la guerra estaba perdida.

La Batalla de Monterrey, donde la ciudad fue el escudo contra la barbarie, a pesar de la derrota y la ocupación, los habitantes de la ciudad libraron una guerra de guerrillas, no dejándose someter al invasor.

¿Quién diría que más de cien años después los modernos regios se inclinarían ante el capitalismo estadounidense?

En este escenario surgió la figura de María Josefa Zozaya de Garza, joven viuda que entre el campo de batalla, se convirtió en una encarnación de la Madre Patria, al animar a los soldados mexicanos, al alimentarlos y ayudarlos en medio de la contienda.

Inspiro a las tropas mexicanas con sus palabras:

“¡Fuego, muchachos! ¡Fuego, buena puntería! ¡A ellos! ¡Viva Mexico! ¡Viva Mexico! ¡Viva la Patria! ¡Viva Monterrey!”

Una heroína de verdad, no necesitamos personajes ficticios como la Mujer Maravilla o la Princesa Leia, cuando tuvimos a María Josefa que siempre animo a los combatientes, curo sus heridas y los alentaba a pelear contra los invasores.

La Batalla de Monterrey fue una gesta homérica, en la que hubo muchos héroes anónimos que resistieron al asedio.

La guerrilla de Canales Rosillo y José de Urrea contra los ejércitos yanquis, desgastándolos con ataques certeros en el Norte.

La Batalla de Chapultepec donde los jóvenes pelearon y murieron, defendiendo el castillo, fue toda una gesta heroica, de un heroísmo trágico por la derrota y la conquista de nuestros territorios.

La importancia de esta guerra más que para conmemorarla, es para recuperar nuestra identidad nacional, para formar un culto a los héroes, tanto a los reconocidos por la historia como los anónimos.

Esta guerra trasciende la historia para ser un Mito por derecho propio, nuestro propio Mito de un heroísmo trágico y una derrota que espera ser vengada.

 

Las tensiones entre los gobiernos de Estados Unidos y México han ido en aumento, nunca fuimos aliados, más que por sumisión, pero los países de este norte global, siempre nos han visto como una colonia.

A lo largo de los años en Estados Unidos los chicanos han formado pandillas, agrupaciones que reivindican a Aztlan como Patria, han reivindicado el pasado prehispánico a través de tatuajes y símbolos.

Movimientos de poder marrón que reivindican la raza, por mucho tiempo hostigados por la policía y las autoridades migratorias, pero es en este pandillerismo donde reside la identidad mexicana, la sangre es más importante que el civismo.

Hay manifestaciones en California donde la bandera mexicana se levanta en un territorio que fue nuestro.

Es ahí donde reside la importancia de recordar la guerra entre México y Estados Unidos, recordar que antes de ser ocupada, esas tierras eran mexicanas.

California, Texas y los otros territorios son parte de nuestro Mito como patria, recuperarlos es el deber sagrado.

Muchos señalaran que este tipo de manifestaciones no se llevaron a cabo con los gobiernos demócratas y es cierto, las redadas del ICE y las políticas anti-migratorias han unido a la comunidad mexicana dentro de Estados Unidos.

Es normal la resistencia mexicana ante esta política hostil hacia nuestra raza, y es en estos tiempos donde resurge esta idea inmortal del Mito como nuestra Patria.

Pero debemos recordar que este Mito y esta reconquista debe ser nuestra, no necesitamos al partido demócrata, a Black Lives Matter, a los millonarios de Hollywood y de la política, no necesitamos a los progresistas blancos con máscaras de Guy Fawkes, ongs y lobbies que nos quieran convertir en una revolución de color.

Si vamos a luchar por lo nuestro no queremos acabar como movimientos como Occupy Wall Street que se quedaron en nada, no queremos acabar como las protestas de BLM de 2020. Protestas que sirven como espectáculo mediático, pero después de un tiempo no tienen mayor trascendencia y que solo ocurren cuando Trump está en el poder o alguien del partido republicano.

Nuestro deseo de recuperar lo nuestro no debe ser solo protestas, ni ser marionetas de los demócratas que son peores que los republicanos, son lobos en piel de oveja.

Nuestro propio nacionalismo es solo nuestro, es marrón, es populista, es multipolar y no necesitamos de los progresistas blancos, ni negros, ni de esa elite que nos quiere usar como un arma.

Los Estados Unidos respecto a su futuro, es un país en vías de desintegración, pueden formar una nueva Confederación solo para blancos o una monarquía como propone el padre de la neo reacción Curtis Yarvin, cualquiera de los dos puede ser el mejor camino para ellos, pero nuestros territorios serán nuestros.

Solo recordando el culto a los héroes de la guerra entre México y Estados Unidos, solo recordando la sangre derramada, podemos ser una nueva raza heroica.

El Mito es nuestra Patria, hoy nuestra Patria está fragmentada, por eso es necesario reunificarla para que nuestro Mito este completo.

Mexico-Aztlan es nuestra Patria.

 

Junio 2025

 

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