Por Fernando Trujillo
La sífilis cultural
ética es el nombre que el norteamericano Francis Parker Yockey le dio a la
cultura yanqui sobre todo de Hollywood, en su libro Imperium, advirtiendo que esta era una enfermedad contagiosa y
destructiva sobre toda la humanidad, muriendo en el año de 1960, su advertencia
ha resultado en una profecía que se ha cumplido.
La sífilis cultural
ética ha sido el arma más poderosa del imperialismo yanqui, ni todo el poder
militar, el culto a la personalidad, ni el poder político de la Unión Soviética
pudieron con esta enfermedad cultural, al final Estados Unidos venció a la
Rusia Soviética por contagiarle esta sífilis cultural.
En México tenemos una
herencia cultural muy fuerte, hunde sus raíces en miles de años de historia,
esta herencia cultural es temida por los Estados Unidos, porque es un
impedimento para la completa subordinación de México.
En México se consume
coca cocal, cine de Hollywood, comida rápida de franquicias gringas, pero a
pesar de esto, nuestra herencia cultural sigue viva, sigue presente, sigue de
pie frente al consumismo.
El Día de Muertos,
las fiestas populares en los pueblos, la tradición detrás del pulque, la
religiosidad casi pagana del bajo pueblo, combinando imágenes de santos con
dioses prehispánicos, todos son ecos de la milenaria herencia cultural mexicana
que perduran en un país dominado por el neoliberalismo.
La gentrificación de México
es una estrategia de conquista, arrebatando vecindarios enteros a los
mexicanos, para ser ocupados por extranjeros, pero esta gentrificación no
significa solo un ataque económico y político, sino (y más importante), es un
ataque contra le herencia cultural mexicana.
Con la gentrificación
llega una bastardizacion de la cultura, la cultura mexicana deja de ser nuestra
herencia y legado para ser un objeto de mercado.
En galerías de arte
de la Condesa y la Roma, se exhibe un arte para el gusto de los extranjeros,
artistas mexicanos pertenecientes a la clase alta del país (conocidos como
whitemexicans), crean un tipo de arte que es para consumo de los extranjeros,
pero que en esencia resulta intrascendente.
Este tipo de arte en
obras y esculturas, con colores chillones y “mensajes políticos” superficiales,
solo existen para que los nómadas digitales y los whitemexicans se sientan
culturalmente superiores, pero no es un arte para el pueblo, sino para estas
elites.
Así tenemos pinturas
que recrean la vida en la colonia Roma con tonos chillones o que buscan imitar
el arte de Frida Kahlo, pero sin sustancia, se sienten completamente
artificiales, es una metafísica de la gentrificación donde el arte solo esta
para causar un placebo, presumir de tener un estatus cultural, ser consumido
por extranjeros y nada más, después estas galerías de arte desechan, se olvidan
de este arte de consumo y llega la siguiente exposición.
A principios del año
2020, se dio una polémica en la que la artista Sarah Andersen plasmo un mural
con sus personajes en la colonia Roma, patrocinada por instituciones culturales
del Estado. En menos de una semana aparecieron grafitis sobre sus dibujos, autoría
del artista urbano Zombra.
En su momento el
hecho causo indignación por parte de los whitemexicans, en realidad el acto
lejos de ser algo meramente vandálico, tenía una fuerte carga de protesta y es
que el grafiti es un arte de protesta.
El arte urbano
marginal y perseguido, ataca y se impone frente a unos dibujos estéticamente feos,
de caricaturas para manchildren, un estilo de dibujo que predomina en la animación
norteamericana y que representa la estética yanqui.
Los grafitis de
Zombra fueron un acto de protesta contra ese tipo de grafiti legal, buenista de
una artista capitalista, pero también fue una protesta contra el arte de la gentrificación.
Más aun, cuando este “Street
art” como mexicanos y gringos por igual lo llaman (porque ni siquiera usan el
español) aparece sobre un edificio, las rentas suben de precio, quienes no
puedan pagar el vivir en un edificio con su “Street art”, tener que desalojar. Este
no es un arte para el pueblo, sino para los ricos.
Los términos en inglés
como el antes mencionado “Street art” aparecen en la comunidad, porque es el
lenguaje de los conquistadores, porque esta comunidad ya no te pertenece y este
arte ya no es tuyo.
La gentrificación tiene
su propia metafísica del arte, lo culturalmente mexicano es distorsionado en
colores chillones que recuerdan al estilo expresionista (arte que fue creado y
financiado por la CIA), la ropa tradicional mexicana se recrea para que sea más
cara, en la metafísica gentrificadora toda la herencia mexicana es objeto de
mercado para el consumo de los nómadas digitales.
Esto sucede con las
plantas alucinógenas que para los pueblos indígenas tenían un valor sacro,
ahora son objetos de consumo para extranjeros y whitemexicans, que no les
importa provocar un daño ecológico con tal de tener una “experiencia” con hongos.
Esta experiencia esta desprovista de espiritualidad, de magia, solo sirve para
pasar el rato y hacerte caer en la trampa del ego de que quien lo consume esta
elevado espiritualmente.
Pasa con bebidas
sagradas como el pulque y el mezcal, hoy por hoy el mezcal pertenece a jóvenes millonarios
que se hacen llamar “emprendedores” en las redes sociales, sacan sus propias
marcas de mezcal, se apropian de las plantas, para producir botellas de mezcal “artesanal”
para los extranjeros, explotando laboralmente a los trabajadores en convertir
el mezcal en un objeto de consumo para extranjeros con alto poder adquisitivo.
La metafísica de la gentrificación
ya nada es sagrado, todo ha sido contagiado por la sífilis ética cultural, todo
es objeto de mercado, todo está hecho para el goce de los conquistadores
extranjeros.
La enfermedad
cultural no se limita solo al arte y la conquista, sino también a la
religiosidad mexicana.
He mencionado que las
plantas sagradas dejan de ser sacras para ser objetos de mercado, eso también sucede
con los dioses.
Hemos visto la moda
de volver chibis a los antiguos dioses prehispánicos o de dibujarlos de un modo
amigable para hacerlos más asimilables a niños y extranjeros. Esto que puede
parecer inocente, es más grave de lo que se piensa.
Los antiguos dioses
del mundo prehispánico no deben ser amigables, sino deben de ser temidos, deben
de ser monstruos para los ojos de los profanos, deben inspirar miedo y respeto,
no ternura o risa.
Rebajar a los dioses
de nuestros pueblos, a ser figuras chibis o ser “simpsonizados”, hace que
nuestra religiosidad se frivolice, se pierda el respeto y temor hacia los
antiguos dioses.
Cuando los
conquistadores españoles llegaron a México, sintieron terror de las
representaciones de los dioses, cuando los nómadas digitales llegan ya solo
sienten risa ante versiones chibis, amigables y funkos de estos antiguos
dioses, los toman como suyos y los colocan en la sala para decorar sus casas.
No se tiene respeto por
el peyote, por el pulque o por los mismos dioses, pasa lo mismo con figuras
sagradas para los católicos, santos y vírgenes son rediseñados con ojos
grandes, dibujados de forma amigable para ser consumidos por los nómadas
digitales.
Para los antiguos
mexicanos todo era sagrado, la comida tenía un valor sagrado, el arte, el
deporte, las artesanías, el pulque, todo estaba de alguna manera bendecido,
todo proceso era encomendado a los dioses y espíritus.
Con la gentrificación
todo esto es objeto de especulación comercial, con apoyo de whitemexicans sin tradición,
el respeto a lo sagrado se pierde, todo ha sido consumido por la sífilis ética cultural.
Un pueblo sin Tradición
y sin sentido de lo sacro, es un pueblo destruido y conquistado, la gentrificación
es el arma para destruir un pueblo desde adentro.
Lo que no pudo hacer
el racismo anglosajón de frente, lo está haciendo el liberalismo inclusivo,
rosa, progresista y multicultural: destruir la herencia cultural mexicana desde
adentro.
¿Se puede frenar
esto? Me gustaría decir que si pero el problema es más complejo, actos como el
del artista Zombra es algo que debe repetirse contra el arte de los
gentrificadores pero estos pequeños actos a la larga no tendrán más alcance.
Son los mismos
mexicanos los que están siendo tontos útiles cómplices de forma ignorante o
deliberada en la destrucción de su propia cultura. Como Tenoch Huerta y otros
actores mexicanos quienes fueron cómplices en la trivialización de la cultura prehispánica,
con su participación en la película Black
Panther 2 como los influencer whitemexicans en colaboración con influencer
extranjeros radicados en Mexico.
Se necesita poder político
y cultural, para detener la sífilis ética cultural del mundo yanqui en nuestro país,
pero quienes nos oponemos a la gentrificación no tenemos ese poder político y
cultural.
Citando a Edgar
Clement en su comic clásico Operación Bolívar: “¡Hey gringo! ¡Estoy cansado de sangrar por ti! De lanzarme siempre desde
el sol ¡Quédate con todo! ¡Todo es para ti!”
Es un grito de desesperación
en un país que no es el tuyo, la metafísica de la gentrificación es la sífilis cultural
que invade y destruye tu comunidad.
Es el propio pueblo
bajo quienes rechazan la gentrificación, en ellos está el poder rescatar lo
sagrado de nuestra herencia cultural mexicana.
Es en el pueblo harto
de la especulación inmobiliaria, de ser sacados de sus vecindarios, de no ser
parte de un arte burgués que no es para ellos, donde está la herencia cultural
mexicana.
La sangre y el pueblo
es donde radica la herencia mexicana y mientras esta persista, la gentrificación
no triunfara por completo. Tal como siglos atrás el paganismo perduro y triunfo,
a pesar de la conquista y la evangelización.
La guerra de la mente
es donde la herencia cultural mexicana lucha por sobrevivir ante la metafísica gentrificadora
de nuestros enemigos.
Agosto 2023
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