Por Fernando Trujillo
Latinoamérica tiene
una riqueza cultural muy rica y variada, esta variedad cultural no es la
continuación de Europa u Occidente, sino es su propia identidad.
En nuestra América se
dieron los fenómenos del mestizaje y la interacción de diferentes culturas a
gran escala, entre distintos pueblos indígenas, europeos y africanos, de donde
han surgido un gran crisol cultural único y original.
Dentro de esta
originalidad, han surgido religiones y una espiritualidad muy propia de cada
cultura latinoamericana, nuevos dioses, nuevos santos, nuevos chamanismos,
nuevas formas de unir al ser humano con el mundo del espíritu aparecieron y
siguen vivas en nuestros diferentes países.
El culto a los santos
populares es una parte importante dentro de la vida cotidiana, sin ser
reconocidos por la Iglesia Católica en su mayoría, la gente del pueblo les
reza, se encomienda a ellos, los tiene presentes en su día a día, les dedican fiestas,
les ofrendan puros y alcohol fuerte como forma de agradecimientos y para que
atiendan sus peticiones.
La espiritualidad
popular es tan única en los países de Latinoamérica, mientras que los países
del primer mundo han abandonado a sus dioses, entregándose a las nociones de
progreso indefinido, los pueblos de Latinoamérica celebran de diferentes formas
a sus propios santos y ritos.
La espiritualidad
popular llena un vacío que la Iglesia Católica no supo llenar, mientras que
tradicionalmente la Iglesia se asocia siempre al poder establecido, desde el
virreinato hasta los gobiernos partidistas de la democracia moderna ¿A quién
tiene el pueblo? A sus santos (oficiales o no reconocidos), sus fiestas
populares, con sus sincretismos entre elementos europeos y prehispánicos, donde
se baila, se portan coloridos trajes, se explotan petardos y se celebra a la
vida y la muerte.
En los estados que
conforman el norte de México es muy común el culto a Jesús Malverde, quien
fuera un mítico bandolero—si fue real o no, eso no se va a discutir aquí—es
conocido como “santo patrono de los narcos”, se le han construido santuarios en
Culiacán y Tijuana, pero también fuera del norte del país, como en Ciudad de
México y Oaxaca. Su culto no es exclusivo de narcos, sino de migrantes que
buscan pasar a USA, gente que enfrenta causas penales y no tiene el dinero para
defenderse o la gente del pueblo que no quiere ser víctima del narco.
Los bustos de
Malverde a veces se ponen junto al de la Santa Muerte, la Virgen de Guadalupe o
San Judas Tadeo, mostrando la importancia del santo dentro de la psique del
pueblo mexicano.
Pero el culto más
importante dentro de México dentro de la espiritualidad popular es el culto a
la Santa Muerte, herencia del México más antiguo, despreciado por las clases
acomodadas y temido por los sectores mas conservadores o progresistas, el culto
a la Santa Muerte tiene a millones de seguidores en el pueblo mexicano.
En Tepito cada dos de
noviembre, se le hace una gran fiesta en su honor, se le traen mariachis, se le
agradece por las bendiciones recibidas a lo largo del año, altares y una
gigantesca figura suya son veneradas en el Día de Muertos, como recordatorio de
que los antiguos dioses y los antiguos ritos siguen vivos.
En un país donde la
vida no vale nada, donde la impunidad y la inseguridad es una constante, a la
Santa Muerte se le reza para regresar con bien a casa, se le reza para que no
te toque una bala perdida o para hacer justicia contra alguien que nos hizo
daño. Militares, policías y narcos por igual le dan oraciones y ofrendas, para
seguir vivos y que las balas no los toquen.
Pero el culto a la
Santa Muerte va más allá de esto, es el México profundo, milenario, popular,
una representación de una tradición que se niega a morir.
La espiritualidad popular
es el alma del pueblo mexicano, pero si antes se enfrentaba al rechazo y
repudio de los sectores más conservadores de la Iglesia, hoy hay un nuevo
enemigo: La gentrificación.
El proceso de
gentrificación de México parece ser irreversible, grandes ciudades están siendo
gentrificadas, con poca o nula resistencia. Esto es monroísmo aplicado a
niveles urbanos, con un desplazamiento de mexicanos por parte de los nómadas
digitales.
En todo este proceso,
la gentrificación no trae ningún tipo de espiritualidad, excepto modas seudo
espirituales como el new age. Occidentalismo, globalismo, lo que antes era
México, ahora son zonas gentrificadas que han matado todo el espíritu mexicano.
Ante esto el culto a
los santos populares puede erigirse como una defensa contra el monroísmo
gentrificador.
Hay que tener algo
muy presentes y es que los Estados Unidos temen a la herencia cultural
mexicana, esto es muy importante, nuestra herencia tiene miles de años, ellos
no tienen una espiritualidad fuerte como la nuestra.
Si pudiéramos definir
la espiritualidad yanqui es cristianismo evangélico, Destino Manifiesto, Elvis
Presley y culto a los superhéroes. Una espiritualidad plástica para una cultura
plástica. Eso es lo que se viene a imponer con la gentrificación.
George Floyd seria
algún tipo de “santo popular” gringo pero desprovisto de todo tipo de
espiritualidad o trascendencia, solo un complejo de culpa blanca y cultura
woke.
Ante esta
espiritualidad y cultura plástica, nosotros tenemos una espiritualidad y una
cultura milenaria.
A los gentrificadores
no les gusta que se exploten cohetes en las fiestas populares para celebrar a
un santo, entonces se deben explotar muchos cohetes.
Las fiestas populares
dedicados a algún santo o virgen de una comunidad siempre se han celebrado
explotando petardos, es una tradición, en los últimos años se ha hecho una
campaña negra contra este tipo de celebraciones por parte de whitemexicans, que
lo miran como algo “atrasado” o “naco”.
La prohibición de
sonideros en diversas partes de la Ciudad de México, obedece también a las
demandas de los gentrificadores. El espíritu de fiesta latino, es antagónico
del rígido espíritu protestante de la cultura del trabajo.
Esto es muy
importante, consciente o inconscientemente los gentrificadores traen el
pensamiento protestante, de trabajo duro y temprano (aunque trabajar desde casa
no es nada duro), y de un rechazo natural hacia los santos u otras formas de
espiritualidad. A menudo lo verán como algo “colorido” pero no les prestarán el
debido respeto y solo lo verán como una atracción turística.
El espíritu
protestante se contrapone a nuestro espíritu festivo, alegre, dionisiaco, todo
esto tiene un profundo sentido sagrado para nosotros.
En los últimos años
ha surgido una nueva santa popular contra le gentrificación, Santa María La
Juaricua, su nombre es un acrónimo de los barrios Santa María la Ribera y Juárez,
se trata de un proyecto visual de dos artistas de la Ciudad de México,
denunciando el proceso gentrificador en la capital.
Este proyecto es muy
significativo, pues resalta la importancia de la espiritualidad popular y de
sus santos ante el avance de la gentrificación y con ello, de gente ajena a la
identidad del mexicano.
En un México donde
las elites políticas y mercantiles negocian con las mafias inmobiliarias, donde
una Iglesia se mantiene callada, ¿A quién tiene el pueblo? A sus santos
populares, con sus fiestas con cohetes, mariachis, danzas, máscaras y ritos.
Seas católico o
pagano, no se puede negar que la devoción y fiestas a San Judas Tadeo forman
parte importante de la idiosincrasia mexicana, siendo este ya un mexicano, mas
que un personaje hebreo o traído de España.
El proyecto de Santa María
La Juaricua es una resistencia ante esta gentrificación y puede ser más
importante en el futuro, se le puede rezar para detener este avance o para que
tu colonia no se llene de airbns. La fe es poderosa.
Sobre la idea de la creación
de esta nueva santa, uno de sus autores:
“La idea surgió porque los vecinos "confundían la
gentrificación con el progreso y no pensaban en las consecuencias negativas que
podría tener", como la "expulsión" de los vecinos que vivían
antes de la llegada de "población más joven, más blanca y con más poder
adquisitivo"”
La respuesta a esta santa, expuesta por
primera vez en 2016, ha sido positiva y hasta ya se le han hecho
peregrinaciones.
Esta espiritualidad popular es nuestra
alma como pueblo, es una defensa de lo sagrado ante lo profano de la modernidad
globalizadora.
La Santa Muerte, Malverde, el Niño
Fidencio, los santos patronos de comunidades indígenas y ahora Santa María La
Juaricua, son un escudo y defensa del alma mexicana, los poderosos de las
elites nos han arrebatado el derecho a la vivienda, los carteles nos han
arrebatado la paz y nos cobran derecho de piso, todo se nos ha arrebatado, solo
tenemos a nuestros santos.
En Latinoamérica tienen a María Lionza,
San La Muerte, Gauchito Gil y otras formas de espiritualidad popular que viven,
se les hace ofrendas y fiestas, porque nuestra tradición popular vive en medio
del globalismo.
Son tradiciones que hay que defender,
respetar, amar y preservar para que no se pierda nuestra alma, pero sobre todo
en la lucha contra la gentrificación y por la vivienda digna, necesitamos algo más
poderoso que activismo real o virtual, esto es la fe en nuestros santos
populares.
Enero 2024
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