Por
Fernando Trujillo
“La revolución industrial y sus consecuencias han sido
un desastre para la raza humana” estas ya famosas palabras de Ted Kaczynski
(conocido como el Unabomber) en su ensayo La
Revolución Industrial y sus consecuencias, son una advertencia y una declaración
de guerra contra el legado de la más nefasta revolución de la historia humana,
pues los tiempos que estamos viviendo son consecuencias de esta revolución propiamente
anglo y protestante.
Las consecuencias las podemos ver a nivel global y en
estos momentos de sequía en el estado de Nuevo León se sienten más crudas que
nunca.
La identidad industrial es una herencia más
importantes y de las cuales más se enorgullece el pueblo neoleonés, esta
industria hizo grande al estado en su historia pero paradójicamente esta misma
identidad industrial lo está destruyendo.
La crisis del agua, se suma a la crisis de la contaminación
ambiental, sobrepoblación descontrolada, el desarrollo urbano acelerado que ha destruido áreas naturales, las
pedreras ilegales. La ciudad de
Monterrey esta sobrepoblada, con aire contaminado, acaparando áreas verdes cada
vez más grandes.
Esto no se resolverá con campañas ecológicas,
sembrando árboles o ahorrando agua, el problema ambiental ha crecido y estas
solo son meras soluciones temporales.
El problema ha crecido con los años y la apatía de las
viejas administraciones de gobierno nunca vieron que este crecimiento
desproporcional iba a causar graves daños a futuro, pues el catastrófico futuro
llego hoy.
La nueva administración política del estado ha tomado
cartas en el asunto, pero el problema originado décadas atrás no se va a
solucionar fácilmente ni en breve tiempo, más aún se deben tomar decisiones mas
drásticas.
Hay una crisis del agua en el estado, hay problemas de
movilidad, hay sobrepoblación y todos estos problemas tienen su orden en
nuestra identidad industrial.
Esa industria sin identidad es lo que hoy nos está
matando, lo que devora las montañas, las áreas naturales, lo que ha empujado a
los osos a meterse a los vecindarios en los cerros, porque todo se ha
urbanizado.
¿Qué se debe hacer?
Se debe expulsar a las refresqueras, se debe cerrar la
cervecería Moctezuma, se debe limitar o ya urgentemente eliminar la actividad
industrial contaminante de las grandes fábricas y empresas que es la que está
contaminando cerros y el aire.
Se debe convertir parques y countrys privados en áreas
naturales protegidas, se debe frenar las construcciones de nuevos edificios
para convertirlos en parques, se debe frenar la construcción y el desarrollo
urbano.
Estas son decisiones urgentes que se deben de tomar,
pero hay mucho dinero de por medio y posiblemente algún conservador neoleonés
ya debe de estar acusándome de comunista por esto que estoy escribiendo.
No hablo de borrar la historia industrial de nuestros libros,
pero Nuevo León es mucho más que maquinaria e industria, si no aprender de ella
y ver los errores cometidos para no volver a repetirlos.
Nuevo León fue fundado por portugueses y vascos que
llegaron buscando un nuevo hogar, construyeron su capital Monterrey con sus
propias manos, sembrando la tierra, enfrentando a la adversidad del desierto y
a los indios bravos. La industria no hizo a Nuevo León, sino su gente.
Después cuando todo fue construido, llegaron los
banqueros y oligarcas a poner sus industrias, a contaminar y derribar los
edificios históricos. Su destrucción e industrialización ha sido nuestra
condena.
El problema es que la industria solo sirve al bolsillo
de unos pocos, mientras la población padece las consecuencias.
Se necesita una industria comunitaria y moderada que esté
al servicio del pueblo y que no contamine, ni que destruya el entorno natural.
¿Qué nos quedaría si renunciáramos a nuestra identidad
industrial?
Volver a los orígenes rurales, Monterrey volvería a
ser una ciudad criolla con una técnica moderada que sirva al pueblo y no solo a una minoría,
volveríamos a los campos, a la comunidad, a la herencia de nuestros ancestros.
Es imposible retornar a la comunidad que fuimos, pero habría
que retornar esa esencia, ese espíritu que perdimos en pos del progreso.
¿Qué extrañaríamos?
El aire contaminado, el ruido de los autos atascados
en el tráfico, la alta inseguridad, la contaminación, las prisas, las
aglomeraciones, la escases de agua, todos los problemas que ahora tenemos por
esta actividad industrial sin freno.
Pero esto solo se llevará a cabo si expulsamos el
capitalismo voraz de nuestra tierra, si se toman las decisiones más radicales
para preservar la naturaleza, de lo contrario en pocos años Monterrey y Nuevo León
serán ciudades desiertas.
Se necesitan decisiones radicales, porque el dilema es
este: Muere la identidad industrial o muere Nuevo León. No queda otra opción.
Marzo 2022
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